Por mucho patalear, contra la corriente no se cruza el río… 

Federico Guevara | 11 de Agosto de 2023

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No sé si ya debo de ir haciéndome a la idea de que soy un vejestorio o para no herir egos, simplemente decir que pertenezco a una generación, plasmada y fraguada a base de experiencias, novelas, relatos biográficos y políticos de muchos intelectuales que me hicieron forjar esa ilusión de un cambio. Pero ese Chihuahua que yo conocí, era uno en donde solo existían dos canales de televisión el 2 y el 5 en uno veíamos los domingos a Chabelo y el resto de la semana eran telenovelas, futbol, programas musicales y en el otro, películas, caricaturas y él llamado Tío Gamboín, mostrándonos juguetes feos pero hartamente publicitados. En ese entonces México era un país pobre, analfabeta y extremadamente patriarcal, pero a pesar de todo era un país sin clases o al menos no éramos etiquetados y divididos por castas y en un habitual punto de reunión en cada colonia infinidad de niños simplemente se juntaban a jugar sin mediar de por medio poseer zapatos con agujeros, ropa remendada en las rodillas con un parche con forma de balón y conviviendo en un maravilloso entorno sin marcas de moda, a lo más, él estatus de riqueza era poseer un par de tenis Converse. Curiosamente en ese México existía y reinaba una clase política educada, pero aristócrata hasta la médula. No existían ideologías claras y concretas, co-existían corrientes ideológicas en boga, pero no concentrados en educar a las generaciones, sino simplemente como un recurso, ya sea para ser señalados como idealistas, románticos o gandallas, PRI, PAN, PPS, PCM, PARM, y una larga lista de partidos sin fundamentos sólidos mamaron presupuestos, razón por la cual los rollos ideológicos no nos atropellaron. Vivimos sin conocer procesos mundiales que nos pudieran educar a la objetividad, los cambios en Europa, el proceso de evolución de la CCPP. Los gulags, la guerrilla en Guatemala, los cambios en Chile, Cuba, Dominicana, la guerra de Corea o Vietnam y sus resultados fueron simple publicidad yanki, Tlatelolco fue maquillada de forma tal que queda tan solo la fecha como recuerdo, y así infinidad de historias que no dejaron huella en esta nación, que desafortunadamente no nos permitió evolucionar. Los mexicanos decidimos pues perder nuestra sensibilidad, comenzamos a desertar ideológicamente hablando, a creer en proyectos de nación, al no existir uno como tal y comenzamos a perder la confianza en los partidos mamertos, trepadores, traidores, ladrones modificando a grado tal nuestro ADN político y a apoyar al menos peor. Hace años recuerdo que estábamos de compras en El Paso y ya en la noche en casa de unos tíos pasaban un noticiero de la CBS en donde transmitían la nota del golpe de estado de Pinochet y me llamó la atención ver a todo mundo llorando. Al no saber inglés le preguntó a mi tía que pasaba, tan solo me dijo; Acabaron con el comunismo y tan solo dije: !Ah!, sin entender realmente con que se comía eso y por ende un proceso totalmente desconocido para mi y gran parte de los mexicanos, el comunismo. Soy parte de una generación que no recibió una educación particular, pocos eran las opciones educativas y pocos a su vez los privilegiados de recibir una educación en colegios pomposos o a merced de las monjitas. La mayoría nos educamos en escuelas públicas, era a lo único que se tenía acceso, nos educaron a entrar a tiempo, a asistir a clases a 48 grados o a menos 22 centígrados, a rendirle honores a la bandera todos los lunes, a portar el uniforme, cabello corto, o las compañeras a usar la falda tres dedos arriba de la rodilla. Eran raros los divorcios pero la cantidad de madres solteras e hijos naturales pululaban bajo el anonimato de una sociedad católica, de esas que en sus casas se podía leer un tradicional letrero que decía; ¡En este hogar somos Católicos, no aceptamos propaganda de otras religiones! El gran temor era que llegaran los Gitanos o peor aún que unos robachicos rondaran por la colonia. Una generación en la que hubo de todo, artistas, científicos, profesores universitarios, editores y editoras, críticos de cine, documentalistas, agricultores orgánicos o escritores, ministros y un titipuchal de narcos, lava dineros y prófugos de la justicia. Casi todos y todas van llegando o ya están en el quinto o sexto piso. Les pasamos mucho de nuestra sensibilidad (y probablemente algunos de nuestros miedos). Son una generación inspiradora, rara, creativa y no dogmática. Una generación que siempre anhelaba un cambio político real, sin conocimiento pleno de lo que sucedía en el resto de está América Nuestra, sin educación política, sin sueños insurgentes y que ahora solo nos queda el derecho al pataleo y esperanzados que un verdadero cambio nos llegue, pero sin que esto signifique esfuerzo alguno. Hoy solo quise recordarles de dónde venimos; de esa generación que quería cambiar el mundo. Obvio, nosotros, nosotras y nosotres no lo logramos. Pero quizás esta otra sí lo haga. Claro, más suavemente y con una buena dosis de incredulidad en el futuro de este país y de este herido mundo...Así las Cosas